|
Nace en 1870, en una familia de
clase media, con algunas propiedades que les proporcionaban una vida
acomodada para le época. Aunque Adriana queda huérfana a una edad muy
temprana y es criada y educada por su día materna: Petra Solís.
Por aquel entonces, la única
alternativa que se presentaba a una mujer como ella, que no parecía estar
interesada por contraer matrimonio, era la vida religiosa, se vio abocada a
ingresar en un convento. Poco duró dentro de unos hábitos que se le
antojaban pequeños y no tardó en trasladar su actividad a la llamada Orden
Tercera Franciscana, que era una institución a caballo entre el estamento
religioso y civil, que permitía desarrollar trabajos con la orden sin
necesidad de tomar el hábito.
“Tras colgar los
hábitos, trabajó para la Orden Franciscana y montó un pequeño
negocio que no tardó en prosperar” |
|
Teniendo ya, con su trabajo para la Orden Franciscana, una coartada
que acallara las habladurías propias de la época hacia una mujer
soltera, Adriana decidió emplear parte del patrimonio familiar en
crear un pequeño negocio: una tienda de alimentación en la Calle
Aguilar con la que lograr independencia y prosperidad económica. |
Como buena emprendedora que era,
no tardó en ampliar el negocio en sectores tan diversos como artículos de
decoración, calzado, textil… Y pronto se encontró con un éxito empresarial
que no pareció saciar su inquietud laboral. Compró un local en la calle que
hoy lleva su nombre y comenzó su andadura en la fabricación de dulce de
membrillo, Nuestra Señora de las Mercedes llamó a su empresa y compuso su
plantilla únicamente con mujeres de la localidad y alrededores.
Adriana quiso que parte de su éxito empresarial, se revertiera en el
bienestar de sus conciudadanos menos favorecidos y fue una activa
colaboradora en obras sociales organizadas por el Hospital Municipal
o el Asilo de Nuestra Señora de los Desamparados. |
|
“Creó una fábrica
de dulce de membrillo y tuvo una gran actividad en obras sociales” |
Sin duda una buena muestra de la
talla de esta gran mujer y que justifica aún más si cabe, su presencia en el
callejero local.
Lamentablemente su muerte fue
prematura y Adriana fue torturada y asesinada durante la guerra civil
española, dando muestra de la absurda barbarie e inútil injusticia que
supone una guerra.
Pero como suele suceder con los
grandes nombres, sobrevivió a su muerte y dio nombre a la calle donde un día
ubicó su fábrica de membrillo, quedando como recuerdo de una mujer
excepcional que supo liderar su vida hacia el éxito empresarial más allá de
los convencionalismos de la época.
|
|