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La
calle a la que da nombre es popularmente conocida como calle de los arcos,
por razones obvias de la construcción de esta calleja con tanto encanto del
barrio bajo de Puente Genil.
Y como no
podría ser de otro modo, una calle con encanto, tenía que tener un nombre a
la altura: El Cantaor pontanés, Pedro Lavado Rodríguez.
Pedro nace
en 1932 y es considerado como uno de los cantaores más relevantes de la
zona, muy apegado a los estilos autóctonos de esta tierra.
Quienes lo
conocieron, hablan de un buen hombre, cercano, familiar, intimista y sobre
todo un apasionado amante del flamenco, que disfrutaba especialmente en
ambientes reducidos, en reuniones en su taberna donde no era extraño verlo
deleitando a amigos y clientes de su voz, descrita por los entendidos, como
limpia y sonora. Sin duda, Pedro, entendía el flamenco como un estilo de
vida, que imprimía con su sello cada uno de sus actos, más allá de la mera
actividad profesional.
Es
considerado como uno de los cantaores más relevantes de la zona, muy
apegado a los estilos autóctonos de esta tierra. |
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Saltó a la fama al hacerse con el primer premio del Concurso
Nacional de Flamenco de Córdoba en 1957 en la especialidad de
Serranas, sin duda unas de sus piezas favoritas. |
Aunque
a lo largo de su carrera, grabó casi todos los cantes cordobeses, se le
conoció como uno de los rescatadores de los “estilos abandolaos” tan típicos
de estas tierras y que se encontraban casi perdidos. La gran cantidad de
grabaciones que nos dejó, dan muestra de su arte con las nanas flamencas,
las malagueñas o los zánganos de Puente Genil y Fandangos de Lucena, que
tanto gustaba de interpretar. También circulan grabaciones de Pedro
compartiendo micrófono y guitarra con sus hijos (también con la música en la
sangre), en emotivos momentos donde se le podía ver pleno de satisfacción.
El insigne
poeta pontanés Ricardo Molina, dijo de él: “es la voz fresca, pura, noble,
bien timbrada y puesta con innato buen gusto, al servicio del mejor cante”.
Era un
gran aficionado a la moto y en 1998 sufrió un accidente, que le costó la
vida, tras pasar 40 días en coma. Sus cenizas fueron traídas a Puente Genil,
donde fue despedido entre las numerosas muestras de cariño de sus vecinos
que continúan recordando su voz, su arte y su personalidad.
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