Nació a principios del pasado siglo XX y pronto quedó huérfana. Sus tíos Magdalena Valdecañas y Elio Bernaldo de Quirós y Padilla, se hicieron cargo de su cuidado y educación; de ellos heredó el título de Condesa de Valdecañas y una enorme fortuna.

Se casó con un militar, también de familia noble, Ignacio González de Aguilar y Soto, con el que tras no poder tener hijos naturales, adoptó a su único hijo Juan Pedro.

 Quienes la conocieron la describen como una persona afable, simpática y con una gran generosidad y sensibilidad social.

Dominga, invirtió la mayor parte de su fortuna en la ayuda a sus semejantes, desde una operación quirúrgica necesaria para salvar la vida a alguien que no se la podía costear o atenciones médicas más leves, hasta recomendaciones e influencias para que quien necesitaba trabajar, tuviera una oportunidad de demostrar su valía fuera de la localidad.

Decenas de anécdotas salpican su biografía, dando muestra de su carácter llano: gustaba de entablar charla con cualquier persona que se cruzara, para así poder aprender y entender otros puntos de vista distintos al suyo.

Cuentan que en un viaje en taxi, charlando con el conductor, éste le habló de un proyecto que no podía llevar a cabo por falta de recursos económicos. Dominga, hizo uso de sus contactos e influencias y discretamente para que el proyecto de aquel taxista llegara a buen puerto.

Era profundamente religiosa y realizó numerosísimas obras de caridad.

Murió en un accidente de coche en 1973, dejando un grato recuerdo en los vecinos de Puente Genil, que aún la recuerdan con afecto.

Dominga Valdecañas

Noble y Benefactora